- 24 abril, 2012
- Categorias: Empresas, Laboral
En los años previos a la crisis, el endeudamiento progresivo de familias y empresas, favorecido por un exceso de liquidez y bajos tipos de interés, permitió que la economía creciera y que lo hiciera a lo largo de más de 20 años. La irrupción de la crisis puso de manifiesto un nivel excesivo de deuda.
Un nivel excesivo de deuda es un factor negativo para recuperar tasas de crecimiento económico.
Para aligerar el problema se suele apelar al sector público, pero como se está viendo, que éste tiene poco recorrido con los efectos de la deuda soberana y la falta de confianza en los mercados.
La mejor solución es que el crecimiento se reactive, pero la falta de capacidad de gasto, derivado del exceso de endeudamiento de los agentes internos impide que esto se produzca (el aumento del IRPF tampoco ayuda). En ese caso, un sector exterior expansivo puede ayudar, pero para ello deben producirse mejoras en costes y productividad, para ser competitivo, a la vez que una demanda elevada que provenga del exterior. En la primera etapa como miembros de la Comunidad Económica Europea, nos ayudamos en ese sentido mediante la correspondiente devaluación de la peseta. La inflación también ayuda pues corroe lentamente las deudas, pero en nuestra actual situación son herramientas que no están al alcance del Estado Español.
Por tanto, el necesario desendeudamiento nos lleva a un crecimiento económico más lento que dependerá en gran parte del sector exterior. Para acelerar el proceso de recuperación del crecimiento económico sólo nos queda un audaz avance en eficiencia y productividad. Es un poco la lección de siempre.
Sólo haciendo mejor las cosas y esforzándonos mucho podremos salir antes.
A nivel de cada empresa, sucede algo parecido. La mejora de la competitividad basada en la mejora de la productividad y la eficiencia va ser un elemento esencial para la supervivencia y progreso de la empresa. Quien mejor haga los deberes, mejor posición podrá tener en el mercado.
¿Cómo se consigue? Pues mejorando los procesos, el equipamiento, y la eficiencia de las personas que intervienen en la organización.
Cuando era posible devaluar la moneda, en realidad lo que se conseguía era bajarnos el salario respecto al resto del mundo. Ahora no es posible la devaluación, pero probablemente necesitemos reducir los salarios o aumentar la productividad para ganar competitividad. Un camino interesante que las empresas deben recorrer es el estudio de sus sistemas retributivos e introducir componentes de variabilización de salarios en función de la productividad. Es un camino que algunos ya han emprendido y que, gracias a una mayor flexibilidad de la legislación laboral, es posible.
La variabilización del salario no significa, necesariamente, reducir los mismos. Puede que todo lo contrario. Significa apuntar todos en la misma dirección. Significa mejorar los sistema de control interno y de gestión para establecer mecanismos que retribuyan, de forma justa, según el grado de aportación.