- 30 noviembre, 2011
- Categorias: Economia
La desconfianza creciente de los inversores en la deuda española, es algo que hace mucho tiempo ya se predijo y se veía venir.
La prima de riesgo no es otra cosa que la exigencia de quien invierte de una rentabilidad mayor ante un riesgo mayor. Cuanto mayor sea la desconfianza que tienen los inversores en nuestra capacidad de pagar los intereses y devolver nuestra deuda, mayor es la exigencia de rentabilidad.
Es como la vida misma. Hagan una prueba y pídanle un crédito al banco. Si de la información que le proporciones al banco para analizar tu crédito se desprende que es probable que no puedas pagar el crédito (por falta de ingresos estables en cuantía proporcional, o por cualquier otra razón), verás que es muy probable que no te de el crédito. Si posees unos ingresos estables, pero no tienes un elevado patrimonio o solvencia, veras que te aplicará intereses superiores al 8%. Si, en cambio tienes una elevada solvencia, incluso tienes valores depositados en el banco u otras operaciones, verás como los intereses de tu crédito son mucho menores.
Lo mismo nos sucede a nivel país. No damos muestras de poder retornar nuestras deudas, incluso damos muestras de no poder pagar nuestros intereses. Es más, hasta ahora hemos hecho el remolón para aplicar aquellas medidas que nos aconsejaban nuestros acreedores.
¿Y todo esto que ha pasado es nuevo? ¿Era difícil de prever? ¿Tienen la culpa los mercados, como nos quieren hacer creer algunos?
Resulta muy interesante leerse la exposición de motivos de la Ley 18/2001, de Estabilidad Presupuestaria. Ley que fue aprobada ahora hace 10 años y que fue derogada por el gobierno de D. José Luis Rodríguez Zapatero.
Por entonces ya se prevenía de algo tan común y razonable como es la estabilidad financiera. Del equilibrio entre los ingresos y los gastos. Es más, se establecía por Ley su obligado cumplimiento (Ya lo es por Tratado de Maastricht). Probablemente nos hubiera ido de otra forma si hubiéramos cumplido con dicha Ley.