- 8 enero, 2014
- Categorias: Empresas, Legal
Esta figura tan realzada en los años 90, cayó posteriormente en desmerecimiento, por parte de algunos profesionales, mientras que otros han seguido mantenimiento su convicción por su utilidad.
La realidad es que ni era la solución que solucionaba todos los males ni es una figura que no resulte útil.
Su utilidad dependerá del momento en que se aborda. Como en casi todo, el mejor momento para abordarlo, es cuando no se necesita.
El momento de abordar la elaboración de un protocolo familiar es cuando al frente de la empresa y, en su caso, de la familia, existe uno o varios líderes fuertes, con autoridad. En ese momento, cuando no existe riesgo acerca del liderazgo es cuando vamos a encontrar actitudes más generosas por aquellos que van a tener que desarrollarlo y que, en definitiva, van a ser sus afectados, porque están dispuestos a entender que, por encima de sus intereses personales, hay una realidad que se llama empresa y que, al fin y al cabo, si ésta crece, su valor también y por tanto, su patrimonio personal también crecerá.
Si queremos abordar el protocolo familiar cuando no existe un líder fuerte y con autoridad y, por tanto, cuando ya nos encontremos con grupos de hermanos o con sindicato de primos, la dificultad sería mayor, pues cada grupo va a procurar maximizar sus intereses en el conjunto y, normalmente en detrimento de la empresa.
En una estructura empresa – familia conviven dos sistemas: la empresa y la familia.
En el sistema de la empresa, prima ganar dinero, con pautas de comportamiento que tienen que ver con la eficiencia, la eficacia, el resultado, la rentabilidad. La empresa, debe ser competitiva y está sujeta a unas reglas del mercado. En cambio la familia, es otra cosa, en la familia priman otros aspectos muy distintos, como el afecto, apoyarse, las necesidades propias de la misma.
El protocolo familiar trata de gestionar de forma equilibrada las relaciones empresa y familia
Compatibilizar los dos sistemas es básico. Porque hemos podido observar, y hay muchos casos, como hay familias que viven de la empresa, como si fuera su cortijo privado y en otros casos, como empresas que viven de succionar a la familia.
Ni una cosa ni otra es nada buena y seguramente poco futuro le espere en ambos casos. Por tanto, el protocolo familiar trata de gestionar las relaciones entre los dos sistemas para que haya un equilibrio adecuado y permita a la empresa crecer a largo plazo, a la vez que la familia disfrute de sus inversiones y cubra de sus necesidades.
Otro aspecto fundamental que se deben plantear las familias, es quienes va a dirigir la empresa y en que planos. Las empresas que son propiedad de familias tienen, digamos, las mismas necesidades que las que no son propiedad de una familia. Partiendo de la base de que las personas son el primer activo de la empresa, ésta debe de procurarse las mejores posibles. Necesariamente, los mejores directivos posibles no van a encontrarse siempre dentro de la familia, por lo que la familia debe de tener claro que quienes pueden gestionar la empresa y que funciones van a desempeñar.
El primer aspecto es el Consejo de Administración y, por tanto, aquellos que llevan el control de la empresa y dirigen el largo plazo de la empresa. Y el segundo, la dirección ejecutiva que podrá estar o no en manos de personas de la familia, pero que, necesariamente, debe estar en manos de los mejores posibles.
Todos estos aspectos son básicos que sean abordados en el momento adecuado. En aquel momento que en que no se necesita, porque la empresa dispone de suficiente liderazgo para que los dos sistemas funcionen bien coordinados. En ese momento, el protocolo familiar puede ser un instrumento muy adecuado para sentar las bases del crecimiento y pervivencia futura de la empresa.
Joan Díaz
Dir. Gral de JDA/SFAI.